Wednesday, January 04, 2006

Cuidados en la piel de los pies

Los pies constituyen una de las partes más importantes de nuestro cuerpo. Aunque no son una estructura vital, en nuestra vida cotidiana nos permiten trabajar, relacionarnos, divertirnos o hacer deporte. Si bien esta afirmación parece obvia, con frecuencia los descuidamos y nos olvidamos de vigilar su salud. De hecho, se considera que casi el 85% de la población sufre algún tipo de problema dermatológico en los pies. Si no se presta la suficiente atención a las molestias leves, éstas pueden acabar extendiéndose provocando dolencias y grandes incomodidades. Por ello es importante cuidar la piel de los pies al igual como hacemos con el resto de nuestro cuerpo.

Muchos de los problemas que afectan a los pies son debidos a infecciones. Estas infecciones se transmiten por contacto directo de los pies con superficies contaminadas por el paso de otra persona. Esta situación no solamente ocurre en lugares públicos como las piscinas, los gimnasios o los polideportivos, sino que también en el ámbito familiar, especialmente en el baño. Por lo tanto, es crucial la precaución para evitar el contagio y la eliminación inmediata de la infección. Los pies de atleta son tal vez el problema más común, sobretodo en deportistas, de ahí su nombre. Consiste en la aparición de grietas, y descamación entre los dedos pequeños de los pies acompañados frecuentemente de picor. Se trata de una infección por hongos que suele aparecer por caminar descalzos en lugares públicos, aunque también puede deberse a un exceso de sudoración. Las verrugas son una infección de la piel producida por un virus muy extendido en el mundo: el “papiloma virus humano” y de muy fácil contagio. También se transmite por el contacto con superficies contaminadas. Aunque las verrugas pueden desaparecer solas al cabo de un tiempo, normalmente crecen y si no se tratan de forma definitiva, van extendiéndose pudiendo llegar a afectar toda la planta de los pies u otras zonas del cuerpo. Se reconocen fácilmente por que son manchas rugosas, a veces de un color marrón, y con unos “puntitos” negros en su superficie. Pueden ser muy dolorosas y, casi siempre se confunden con una callosidad. Es muy importante realizar lo antes posible un tratamiento para evitar que se extiendan.

El exceso de sudoración puede provocar daño en la piel de los pies y ser causa de irritación e infección. Dicha situación se magnifica en el interior de unos zapatos o calzado deportivo muy cerrados o con poca aireación, que junto a una disminución del cuidado de la piel, crean las condiciones ideales para la proliferación de las bacterias, lo que es una fuente segura de molestias, sequedad o asperezas de la piel. La descomposición del sudor por las bacterias, además del clásico mal olor, provoca picor y ardor. Para tener los pies sanos es importante una correcta transpiración y la prescripción de productos dermatológicos específicos que disminuyan el exceso de sudoración o que suplan la falta de transpiración de la piel de los pies.

Otro problema muy habitual en los pies son las durezas en la planta de los pies, los callos (normalmente sobre los dedos) y los ojos de gallo (entre los dedos). La presión del peso del cuerpo al caminar, la práctica de deportes o el uso de calcetines de fibra y de un calzado indebido, que no se adapta a las innumerables formas y medidas de los pies, y a las diversas situaciones del andar, producen en determinados puntos la aparición de durezas dolorosas en la piel que puede desembocar en una callosidad crónica. La aparición de piel seca o áspera suele ser señal de que los pies necesita cuidados. En estos casos, son necesarias una descarga de la presión y la fricción del calzado y la aplicación de cremas específicas para la eliminación a fondo, pero con delicadeza, de la piel dura y áspera y de las callosidades, convirtiéndola en piel fresca y elástica.

Si permanece de pie o camina durante largos períodos de tiempo o somete a sus pies esfuerzos especiales (deportistas), es aconsejable prestarles una mayor atención.

Otros problemas menos frecuentes, aunque tal vez más importantes y que exigen un mayor control médico son los eccemas y la psoriasis. En el caso de eccemas, con frecuencia son de origen desconocido, pero es preciso valorar la existencia de alergia de contacto, por ejemplo al material del calzado, a los tintes de los calcetines o a sustancias que se apliquen sobre los pies. En estos casos deben de realizarse pruebas de alergia (test del parche). También pueden influir otros factores, como son la piel seca o un exceso de sudoración.

La psoriasis, que con frecuencia afecta a los pies, es una enfermedad cuya causa se desconoce. Se piensa que tiene un carácter hereditario, pero lo que sí que se sabe seguro, es que NO es contagiosa. Puede haber otras zonas del cuerpo afectadas de psoriasis, pero en algunos casos los pies son la única zona donde se manifiesta la enfermedad. En este supuesto el diagnóstico puede ser difícil.

Las uñas son también una parte importante de los pies, que con elevada frecuencia presentan problemas más o menos molestos. La penetración de la uña en el borde lateral cutáneo (uña encarnada), es muy frecuente en deportistas y es uno de los problemas que más molestias produce. Se manifiesta por enrojecimiento, dolor y formación de pus. Se debe al uso de calzados apretados y al corte de las uñas de forma semicircular en lugar de una línea recta transversal. Es necesario acudir al dermatólogo para su tratamiento definitivo. Los hongos en las uñas también son frecuentes, aunque no son dolorosos; solo producen una alteración del color de la uña. Su tratamiento es a base de antifúngicos. No siempre una uña engrosada con alteración de su color está infectada por hongos. Con frecuencia el roce repetido del calzado, incluso deportivo, es capaz de deformarlas dando lugar a las denominadas uñas distróficas que los deportistas conocen tan bien. Tipicamente afectan de modo simétrico a las uñas de los dedos “gordos” de los pies (los hongos no entienden de simetría).


Recomendaciones para mantener los pies sanos:

  • LA HIGIENE ES FUNDAMENTAL. Utilice jabones suaves y el agua no demasiado caliente. Evite los baños de inmersión prolongados: nunca más de 20 minutos.
  • SEQUE BIEN LOS PIES, SOBRE TODO ENTRE LOS DEDOS. Tras la ducha o el baño utilice cremas hidratantes, para reponer el equilibrio perdido por el agua.
  • EVITE EL CONTACTO DIRECTO DE LOS PIES SOBRE TODAS LAS SUPERFICIES POSIBLES. Esto le evitará posibles contagios, por ejemplo de papilomas.
  • USE UN CALZADO FLEXIBLE que se adapte de forma correcta a las características de su pie y a su forma de caminar.